domingo, 29 de janeiro de 2012

Volverán las oscuras golondrinas



Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala en sus cristales
jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
Esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez en la tarde, aún más hermosas
sus flores se abrirán;

pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
Esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate...
¡Así no te querrán!

Asomaba a sus ojos una lágrima

Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón.

Habló el orgullo y enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro,
pero al pensar en nuestro mutuo amor
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?.

No pudo ser

Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder;
¡tenías que estrellarte o abatirme!...

¡No pudo ser!

Tú eras el Océano, y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén;
¡tenías que romperme o que arrancarme!...

¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

Hecha por Gustavo Adolfo Bécquer (1836–1870)

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